Coria: “La Gira De Polvo Me Cambiaba La Cara, El Humor… Era Todo”
El anaranjado polvo de ladrillo era un componente que transformaba a Guillermo Coria, lo hacía trasladarse a otra dimensión. El formidable juego de pies, su indudable calidad desde el fondo de la pista y la rápida visión de la jugada fueron factores que convirtieron al ‘Mago’ en un referente de las canchas lentas en las que firmaría, hace 15 años, una irrupción que lo llevaría al mejor registro de su carrera, como No. 3 del mundo.
Esa parte de la temporada en el viejo continente fue un bastión por múltiples años del tenis argentino y, para Coria, especialmente, representaba una oportunidad especial, era su mejor chance de sacar la mayor cantidad de puntos posibles durante estas semanas para luego, con un considerable colchón, intentar administrar energías a lo largo del año. Por aquel 2004, entonces, y luego de alcanzar la definición en el Masters 1000 de Miami del que se retiró con el estigma de un cólico renal que lo frustró de una nueva coronación, el argentino desplegó una labor sin fisuras, contundente, sólida y plena de convicción.
“No sólo tengo el mejor de los recuerdos de ese año si no de todos los que jugué”, rememora Coria para ATPTour.com. “Era una gira que me cambiaba la cara, el humor… era todo, y eso que siempre defendía el 70% de mis puntos”, aseguró.
A orillas del mar Mediterráneo, Coria cruzó un nuevo umbral. En el camino hacia el gran objetivo de su carrera, convertirse en el monarca del circuito, el argentino se vestía con las ropas de un príncipe. Con 22 años, cosechaba el octavo título de su carrera profesional, el segundo Masters Series, según la antigua denominación de estos eventos, de su carrera. En la final se imponía 6–2, 6–1, 6–3 ante Rainer Schüttler.
En tanto, Coria acumulaba así 26 encuentros sin derrotas sobre polvo de ladrillo. Tras ser semifinalista de Roland Garros 2003 cuando cayó ante el holandés Martin Verkerk, el argentino luego hilvanó los títulos de Stuttgart, Kitzbuhel y Sopot esa misma temporada, y Buenos Aires en 2004, con un importante triunfo ante Carlos Moya. “La racha me motivaba a full pero mi cabeza siempre estaba puesta en París, en llegar lo más fino posible”, aseguró.
¿Qué era lo que hacía elevar su nivel exponencialmente, más allá del talento nato? “Podía llegar sin confianza pero llegaba y me iba directo a la cancha central de Mónaco y me volvían todas las buenas sensaciones”, contó. “A partir de ahí crecía mi confianza desde que pisaba el polvo de esa cancha hermosa”, aseveró.
Y los rivales así también lo sentían: Coria era el jugador que todos querían evitar por ese entonces, sabían que del otro lado de la red tendrían a un competidor feroz, capaz de identificar la debilidad de cada jugador al instante y con su consistencia hacía añicos cualquier resistencia. “Aparte en esa gira sentía que era local por el cariño de los organizadores de los torneos, los choferes, balls boys, transporte, el del vestuario, todos pero todos estaban en sintonía y me sentía como en el patio de mi casa”, definió Coria, quien hoy guarda en la casa dónde vive no solamente los trofeos si no muchos otros recuerdos, como credenciales, regalos y hasta la llave de la habitación del hotel en el que solía parar en Montecarlo.
“Durante ese torneo también tuve el placer de conocer a tres personas que quiero y admiro mucho, que son Marcelo Gallardo, Lucas Bernardi y Leandro Cufré (futbolistas)”, recordó.
Tras la coronación en Mónaco, Coria se convertía en el tercer tenista del ranking mundial, detrás del suizo Roger Federer y el estadounidense Andy Roddick. Con su llegada a esa posición, Coria mejoraba, además, el mejor ranking alcanzado por su compatriota José Luis Clerc, No. 4 en 1981. En tanto, David Nalbandian era No. 8° y el tenis argentino tenia ni más ni menos que cinco jugadores entre los primeros 30 puestos.
El invicto de Coria de 31 partidos sin perder sobre polvo de ladrillo llegó a su fin en Hamburgo, y fue un sólido Federer quien lo venció en la definición por 4-6, 6-4, 6-2 y 6-3. Así, quedó a nueve triunfos del récord de victorias seguidas sobre polvo de ladrillo, en manos del austríaco Thomas Muster, que totalizó 40 éxitos consecutivos entre 1994 y 1995. Luego Rafael Nadal sumaría 81 victorias consecutivas sobre arcilla en 2007.
La aventura de Coria continuaría en Roland Garros, un capítulo aparte, donde, pese al final en el que se le frustró en la final el sueño de levantar la Copa de los Mosqueteros, volvió a entregar una de sus mejores versiones. “Hoy es imposible que no se me vengan sonrisas y recuerdos lindos en esta época del año”, dijo un Coria ya maduro, con 37 años.
Aquel tenista que por momentos pudo hasta parecer peleado con todo y con todos, hoy no deja de sonreír y de sentir orgullo por tantos años de logros que lo hacen sentir en armonía con una carrera destacada.