Pablo Cuevas: “Voy A Volver Con Otra Energía A La Competencia”
Pablo Cuevas extraña mucho menos el tenis de lo que se extrañaba a sí mismo como padre y esposo. Y durante la suspensión del ATP Tour por la emergencia sanitaria, el uruguayo de 34 años ha estado pleno reencontrándose en casa, percibiendo más lento el paso del tiempo, y disfrutando la complicidad sin afán con su esposa Clara y los juegos con sus hijas Alfonsina y Antonia, de cinco y dos años, respectivamente. “Llevaba muchos años seguidos viajando, con la sensación repetitiva de que me habría gustado más quedarme en casa que irme al siguiente torneo. Así que estoy aprovechando mucho esta oportunidad. Realmente lo necesitaba”, dice en conversación con ATPTour.com.
No es que antes de la pandemia el tenis se hubiera convertido en su obstáculo. Es que cada vez pesaba más la disyuntiva entre el deporte que empezó a practicar desde los seis años en Concordia, Argentina, y el dolor de marcharse de su hogar para cumplir una nueva parte del calendario del ATP Tour. No conseguía pasar más de quince días en casa. Y por más que su esposa y sus hijas lo acompañaran en algunos viajes (como en la gira por el último verano australiano), Pablo extrañaba un tiempo sin premura, sin horarios, sin presiones. Extrañaba, en resumidas cuentas, una vida más ordinaria.
“Ahora con esta situación estoy disfrutando de cosas muy simples, como ver el documental de los Chicago Bulls con mi esposa, hacer los deberes con mis hijas o ponerme a armar un rompecabezas con ellas. De repente son cosas que un padre hace normalmente y que no le divierten tanto. Tal vez como lo tiene todos los días no lo valora, pero yo no he tenido nunca esto. Y por eso estoy valorándolo tanto”, añade el actual No. 60 del FedEx ATP Ranking, y ganador seis títulos a nivel de gira.
Familia ➕cuarentena ➕pasión por el tenis @PabloCuevas22 😍💚 pic.twitter.com/YrePTgvlWe
— ATP Tour en Español (@ATPTour_ES) March 27, 2020
Estos tiempos de incertidumbre y ansiedad para muchos, Pablo los ha aprovechado para hacer de todo en familia. Ha bailado y se ha disfrazado con sus hijas, y desde que se levantó la cuarentena en Uruguay, han ido todos de pesca, han montado a caballo, han jugado tenis (“aunque mis hijas casi nunca quieren jugar al tenis”, dice entre risas) y han estado en contacto con la naturaleza. Mientras ayuda con el programa CanastasUY para beneficiar a las personas más afectadas por la pandemia en su país, Pablo ha recordado el valor de la pausa y los pasos lentos.
Como cuando era niño que después de salir del colegio en Concordia, Argentina, remaba sobre un kayak durante cuatro kilómetros hasta llegar a la orilla de Salto, Uruguay, donde tomaba clases de tenis de dos horas antes de regresar a casa, dejándose llevar mansamente por la corriente del río. O como cuando en su época de adolescente vivía en Canelones, Uruguay, y el tiempo era suficiente para alternar el tenis con la pesca y el surf.
Pero no solo por la dicha de recuperar tiempo perdido en casa es que Pablo no ha llegado a abrumarse en esta época de angustia colectiva. También porque en el pasado ha padecido múltiples periodos prolongados fuera de las pistas que lo prepararon para este momento. El primero devino a sus 17 años, cuando renunció a su sueño de convertirse en tenista profesional por falta de dinero para viajar. Incluso volvió a inscribirse en el liceo para terminar los dos últimos grados de secundaria que había postergado a los 15 años para irse a vivir a la casa de su entrenador Felipe Masció en Santa Lucía del Este, y así dedicarse de lleno al tenis.
“Yo paré de jugar un diciembre. Y estuve feliz porque eran vacaciones, todo era joda y diversión. Cuando retomo el colegio de nuevo, y veo que la joda había terminado, me doy cuenta de que realmente lo mío era el tenis. Solo resisto un poco más en el liceo, y después de seis meses en total sin competencia, vuelvo a jugar de nuevo, a pesar de la incertidumbre de si iba a poder vivir del tenis”, recuerda Cuevas, que gracias a un grupo inversor en Argentina pudo comenzar su camino hacia el ATP Tour.
Su segundo periodo fuera de las pistas fue mucho peor. Duró dos años debido a una lesión en la rodilla derecha que sufrió en Roma 2011 cuando ocupaba la casilla No. 57 del mundo, y que lo obligó a pasar dos veces por el quirófano. Durante aquel tiempo alejado de las pistas le resultaba inevitable pensar en la posibilidad de que le tocara dejar el tenis, cuando presentía que aún faltaba lo mejor por venir en su carrera en el ATP Tour.
“Se me venía a la mente la pregunta: ‘Si no juego más al tenis, ¿qué voy a hacer con mi vida?’. No creía que fuera a encontrar algún sentido haciendo otra cosa. Pensaba: ‘Si abro un negocio de lo que sea, independientemente de si me va bien, no puedo comparar la adrenalina de la competencia con, por ejemplo, armar un restaurante e ir mesa por mesa preguntando: ¿Se sienten cómodos? ¿Les gustó la comida?’. No me veía en nada más que no fuera el tenis. Y eso me asustaba muchísimo”.
A pesar del agobio por el futuro incierto, decidió aferrarse a las indicaciones médicas. Se refugió en su familia, en sus amigos y en la lectura. Sobre todo en una biografía de un esquiador que terminó consagrándose campeón europeo después de una grave lesión. También se apoyó en el kinesiólogo Manuel Aguerre, quien no solo le practicó procedimientos de acupuntura sino que lo ayudó a creer de nuevo en sí mismo, a pesar de sus debilidades al regresar al circuito en abril de 2013 y a pesar de los dolores que le impidieron competir entre Roland Garros y el US Open durante esa temporada.
La perseverancia valió la pena, y lo confirmó alcanzando el puesto No. 19 en 2016, solo meses después de quedar campeón en la arcilla de Río de Janeiro dejando a Rafael Nadal en el camino. “Después de superar eso, cualquier tiempo sin jugar por otra lesión me parecía nada en comparación con esos dos años sin saber si iba a poder volver a jugar”. Incluso mantuvo la tranquilidad cuando se fracturó un hueso del pie derecho en Hamburgo 2018, y debió ausentarse de las pistas por más de dos meses. En ese momento, muy distinto al de 2011, el problema no radicaba en la inactividad durante la cual usó muletas por casi cinco semanas, sino en la falta de ganas por volver a competir.
“Y aparte los resultados no me estaban acompañando, pero era difícil de que me acompañen con esas pocas ganas de salir a jugar. Recuerdo que ese año había un torneo en Perú. Estaba en casa y viajaba un jueves. Cuando llego al aeropuerto, en un impulso, le digo a la persona del mostrador que me cambie el pasaje para viajar el domingo, y me devuelvo para mi casa. ¡Nunca había hecho eso! Viajar un domingo para competir lunes o martes. Eso habla de lo poco que estaba disfrutando la competencia”.
Su casa fue otra vez el refugio para encontrar respuestas. Alargó las vacaciones de fin de año, juntó fuerzas para regresar al circuito en 2019, y a pesar de haber estado cerca de salir del Top-100 por primera vez desde julio de 2014, terminó la temporada como No. 45 del mundo, y habiendo hecho uno de los puntos del año:
Animado por los resultados y su buen estado de forma, inició el ATP Tour 2020 viajando con su esposa y sus hijas hacia Australia. Desde entonces no se ha separado de ellas. Cuando se suspendió el circuito, sintió pena por la competencia pero también alivio porque podría seguir disfrutando en familia.
“A mis hijas ahora les está sorprendiendo, sobre todo a la más grande, que llevamos este periodo tan largo sin separarnos. Será duro para ellas cuando se reanude el circuito. Y para mí seguramente también”, relata con cierta melancolía, pero continúa en tono reflexivo: “Por otro lado, después de haber estado aquí tanto tiempo con ellas, voy a volver a la competencia con otra energía para encarar estos últimos años que me quedan de carrera”.
¿Sabías Que…?
Pablo Cuevas, de papá argentino y mamá uruguaya, nació en la ciudad fronteriza de Concordia, Argentina, el 1° de enero de 1986. Pero desde los dos años tiene la nacionalidad uruguaya, y a los diez años se fue a vivir con su familia a Salto, Uruguay.