
Los sueños están para cumplirse. O, al menos, intentarlo siempre.
Suena a frase cliché o de autoayuda de supermercado, pero la realidad marca que un campeón se va tallando día a día, mucho antes de saborear la gloria. No hay fórmulas secretas ni caminos seguros: un talento natural privilegiado, con un equipo para conducirlo hacia el éxito y, sobre todo, una alta dosis de hambre deportiva.
Esa mezcla, con tantos otros elementos, es la que envuelve a Carlos Alcaraz, que a sus 20 años suma dos trofeos de Grand Slam luego de ser campeón de Wimbledon, una añoranza que con solo 12 años ya lo decía en voz alta.
Sucede que, cuando Alcaraz era un niño, disputó en la capital de Francia el torneo de categoría sub-13 que un antiguo patrocinador de Roland Garros organizaba a los pies de la Torre Eiffel. Ese fue uno de los pocos viajes que hizo es español por fuera de España, y uno muy especial.
“Me gustaría ganar Roland Garros y Wimbledon". Con estas palabras, se presentaba en público “Carlitos”, en una de las primeras declaraciones que hacía como deportista (en formación). Sobre quién era su ídolo, tampoco tenía dudas: “Roger Federer”, afirmaba con seguridad y también revelaba que sus aficiones eran “jugar al fútbol y pescar”.
Por ese entonces no sólo jugó a tan solo unos kilómetros de donde lo hacían sus ídolos. También fue invitado a ver un partido, que acabó ganando Richard Gasquet, en la Suzanne-Lenglen. Lo que pasó desde ahí hasta ahora ya es historia un poco más conocida:el destino ha situado a Alcaraz frente a frente con su sueño y hoy, un deseo cumplido.
"Es un sueño hecho realidad. Es genial ganar, pero incluso si hubiera perdido estaría muy orgulloso de mí mismo, por haber hecho historia en esta torneo contra una leyenda de nuestro deporte", dijo el murciano en el discurso de ganador.
¿Y ahora qué? ”Con 20 años no esperaba estar en este tipo de situaciones y estoy muy orgulloso de mí mismo”, reconoció. Y la quimera de ilusiones recién está comenzando para el No. 1 del Pepperstone ATP Rankings.