Es hora de decir adiós a un campeón de gran inteligencia e integridad. Un jugador que perseveró, que logró un progreso constante hasta llegar a la cima, y que utilizó su prestigio mundial para empoderar y perseguir buenas causas, en particular la igualdad de género.
La verdad es que Andy Murray se vio obligado a retirarse. Su mente está tan aguda como siempre, pero el cuerpo está roto. Su amor por el deporte, por competir, es perenne. Sin embargo, hoy, en París, uno de los mejores deportistas de Gran Bretaña ha cerrado el telón de una carrera histórica.
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Los libros de récords indican que el escocés ganó tres títulos de Grand Slam: Wimbledon 2013 y 2016, y el US Open 2012; dos medallas de oro olímpicas en individuales; la Copa Davis 2015; 46 trofeos a nivel de gira en total; pasó 41 semanas consecutivas en el No. 1 del PIF ATP Rankings y registró 29 victorias contra miembros del Big-3. Murray también fue nombrado caballero en 2019, convirtiéndose en el segundo tenista en recibir el honor después de Sir Norman Brookes.
Murray, además de un crack en pista, era un campeón muy humano. A lo largo de su carrera se enfrentó a Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic. Fue una era dorada de 20 años para el tenis profesional. El sueño ser integrarla empezó a construirse en Dunblane.
Al vivir a solo 300 metros de un club de tenis, el deporte se convirtió en un escape para los Murray y nació una rivalidad entre hermanos cuando su madre, Judy, comenzó a desarrollar lo que se convertiría en un programa reconocido a nivel nacional.
Jamie se mudó a Cambridge, 370 millas al sur de Dunblane, para desarrollar su propio juego, pero regresó después de ocho meses. Andy continuó perfeccionando sus habilidades como contragolpeador y, bajo la guía de Leon Smith desde los 11 años, aprendió a lidiar con la ansiedad y los problemas respiratorios cuando competía.
En 2003, apenas dos años antes de que Murray se convirtiera en profesional, Judy, ex campeona escocesa, pidió un préstamo bancario de 30.000 libras para enviar a su hijo de 15 años a Barcelona. Fue un período de enorme estrés financiero. El objetivo era el Top 100, pero Murray decidió que solo una clasificación de dos dígitos sería un éxito.
Murray ganó en 2004 el US Open juniors. Foto: Getty Images.
Murray siempre fue de voz suave, casi tímido y reticente al principio. Su comportamiento relajado fuera de la cancha siempre distaba de su personalidad en partidos, especialmente los de alto riesgo. Cuando necesitó equilibrar la tensión y su propio deseo de victoria, su dedicación nunca estuvo en duda. Quedó claro a nivel mundial desde 2004 cuando ganó el US Open junior (v. a Stakhovsky en la final).
Murray inicialmente irritaba a la gente. Desafió lo establecido en el tenis británico. Gritaba a su equipo o sí mismo, y festejaba mucho. A veces en exceso. Era tenaz y valiente. Competía por todo. No le gustaba perder.
Bobby Wilson, Mike Sangster, Mark Cox, Roger Taylor, Jeremy Bates, Tim Henman y Greg Rusedski habían intentado seguir los pasos de Fred Perry, el referente. Pero Murray era diferente. Tenía una gran coordinación, habilidad en la cancha y sentido táctico, y mostraba una resiliencia que ningún entrenador podría enseñar. Una pizca de polvo mágico.
La mentalidad de Murray afloró cuando practicaba deporte con su hermano, Jamie, y un grupo de niños entusiastas, en días lluviosos en Dunblane; viajando durante horas hasta Inglaterra para competir en torneos de tenis. Junto a su hermano mayor, que ha ganado siete títulos de Grand Slam en dobles y fue No. 1 de la modalidad en 2016, sacudieron el status quo, educando a los aficionados del tenis británico y llevando a los tradicionalistas al siglo XXI.
La lucha emocional siempre estuvo a flor de piel. A medida que Murray se consolidaba, la incesante búsqueda de la mejora era continua; siempre se hacía preguntas a sí mismo y a los demás; y, con cada sesión de práctica o partido, demostraba que aprendía rápido.
Fue el británico más joven en representar a Gran Bretaña en la Copa Davis en 2004; dos años después. Murray registró su primera victoria ante un Top 10 y levantó su primer título del ATP Tour en San José (v. a Hewitt), y en 2007, llevó a Nadal a cinco sets en la cuarta ronda del Abierto de Australia. Murray irrumpió en el Top 10 por primera vez esa temporada el 16 de abril.
Murray nunca complació a sus críticos, que querían que jugara de forma más agresiva. Se volvió tácticamente más fuerte, dándose cuenta de que podía derrotar a sus rivales de muchas maneras diferentes. En 2008, ganó su primer título Masters 1000 en Cincinnati y alcanzó su primera final en majors en el US Open 2008 (p. ante Federer).
Sin embargo, un trofeo de Grand Slam seguía siendo esquivo. ¿Quién puede olvidar cuando Murray admitió que “puedo llorar como Roger, es una pena que no pueda jugar como él” después de la final del Abierto de Australia de 2010? O el momento decisivo para el público británico en general, cuando Murray se derrumbó después de la final de Wimbledon 2012, exclamando: “Voy a intentarlo. Y no va a ser fácil...”.
Para entonces, Ivan Lendl estaba de su lado. Murray había tenido que cambiar de entrenador (Pato Álvarez, Mark Petchey, Brad Gilbert, Miles Maclagan y Alex Corretja) en su búsqueda de la perfección. Pero con Lendl, asegurado con la ayuda de Darren Cahill, el escocés encontró a alguien que lo entendía, alguien que había perdido sus primeras cuatro finales de Grand Slam; una persona con la que podía hablar honestamente y cambiar su forma de abordar los grandes partidos.
La franqueza de Murray y su fragilidad emocional en la cancha permitieron al público británico, y a los fans de todo el mundo, entender lo que representaba. Ahora entendían la intensidad, el trabajo duro y la mentalidad que se necesitaban cuando un mortal desafiaba constantemente a los grandes de todos los tiempos.
En un período de 28 días, la carrera de Murray se transformó. De las lágrimas de Wimbledon en el viaje de regreso a casa, tras la derrota ante Federer, a la gloria dorada de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, organizados nuevamente en el All England Club, donde venció al mismo jugador. Dos meses después, en la final del US Open, abandonó el Arthur Ashe Stadium antes del inicio del quinto set para hablar consigo mismo frente a un espejo. Murray volvió a pista para batir a Djokovic.
A partir de ese momento, el fantasma de Perry, que había conquistado su octavo y último trofeo de Grand Slam en el US Championship de 1936, comenzó a desaparecer. El domingo 7 de julio de 2013, el objetivo de millones se cumplió cuando Murray levantó el trofeo dorado en Wimbledon. Emuló a Perry 77 años después.
En cada etapa de su carrera. Murray mantuvo el control. La contratación de la ex número uno de la WTA Amelie Mauresmo sorprendió a algunos sectores, pero para Murray fue la progresión lógica en un momento en el que defendía aumentar los premios en metálico para todos y en el que innumerables obsequios de generosidad no se contabilizaban. En la cancha, comenzó a acercarse al No. 1 del mundo.
La dedicación de Murray finalmente fue recompensada en 2016. En el apogeo de sus habilidades, con Jamie Delgado y Lendl de regreso a la cancha. Murray revirtió una enorme desventaja a mediados de mayo ante Djokovic en el PIF ATP Rankings al ganar 59 de sus siguientes 63 partidos, incluido un segundo título de Wimbledon (v. a Raonic) y otra medalla de oro olímpica (v. a del Potro) en Río de Janeiro. En una batalla final en la que el ganador se lo llevaba todo en Londres, no solo por la corona de las Nitto ATP Finals sino también por el No. 1 de fin de año, un honor presentado por PIF. Murray aprovechó su oportunidad frente a su esposa, Kim, su familia unida y su público local.
Iba a ser el último hurra de Murray como un verdadero jugador de élite. No lo sabíamos entonces, pero lamentablemente había sufrido dolor de cadera durante varios años, más públicamente en los cuartos de final de Wimbledon 2017 hacia el final de su período de 41 semanas como número uno del mundo. Doce meses después de someterse a su primera cirugía de cadera derecha, el 8 de enero de 2018 anunció su retiro en el Abierto de Australia.
Mientras Murray observaba tímidamente un homenaje en pantalla gigante en Melbourne, escenario de cinco segundos puestos en su carrera, el mundo deportivo lo elogiaba, pensando que el final era una realidad. Pero olvidaron un factor importante: la resiliencia de Murray. Dile . Murray que no puede hacer algo y encontrará una manera de lograr el objetivo.
Murray se sometió a una segunda cirugía de cadera derecha el 28 de enero de 2019 y logró regresar al deporte, tal como todos los fans del tenis habían esperado. La intensidad fue la misma, pero el régimen de entrenamiento fue diferente: más fisioterapia y fortalecimiento, menos tiempo en la cancha.
El escocés capturó su 46° título individual a nivel de gira en octubre de 2019 en el European Open en Amberes (v. a Wawrinka); registró su primera victoria Top 10 en tres años (v. al No. 7 Zverev) en el Cincinnati Open en agosto de 2020 y logró su victoria 700 a nivel de gira (v. a Taro Daniel) en el BNP Paribas Open en marzo de 2022. Murray, el superhéroe, regresó al Top 40 en el PIF ATP Rankings en octubre del año pasado. Pero sus apariciones en la cancha fueron fugaces y se volvió más complicado recuperarse de los contratiempos adicionales en el tobillo, la muñeca y la espalda. No quedaba nada por demostrar.
Desde los calambres en las piernas que sufrió de forma memorable contra Thomas Johansson en junio de 2005 en The Queen’s Club, pasando por los 46 triunfos en el circuito y el título de caballero, hasta la luz que se apagaba en la centre court hace unas semanas, donde hubo lágrimas en abundancia durante una presentación en la cancha en Wimbledon. Murray no escatimó esfuerzos para estar listo. Se esforzó al máximo como modelo a seguir, cuya pasión, dedicación e impulso interior le permitieron cumplir su sueño (y ayudaron a quienes lo vieron).
Murray logró algo que ni sus mayores rivales, ni nadie en la historia del deporte ha logrado: dos medallas de oro olímpicas en individuales. Una era del tenis británico ha terminado, pero el juego y la integridad de Murray permanecerán en la mente del público durante las próximas décadas.