David Ferrer: de la pista a la oficina

David Ramos/Getty Images

Han pasado cinco años desde que el público del Barcelona Open Banc Sabadell vio jugar por última vez a David Ferrer en las pistas del Real Club de Tenis Barcelona-1899. Lo que, tal vez, nadie sabía entonces es que el antiguo No. 3 del PIF ATP Rankings se convertiría poco después en director de este torneo ATP 500 sobre tierra batida.

Casualidad del destino o no, aquella despedida en 2019 fue ante Rafael Nadal, el jugador más laureado en Barcelona con 12 coronas y, precisamente, el rival que hasta en cuatro finales le impidió levantar al cielo el Trofeo Conde de Godó.

En 2008, 2009, 2011 y 2012, la final en la arcilla catalana fue la misma: Nadal contra Ferrer. Y el resultado también. “Al final perdí todas las finales, pero quizás la de 2011 fue un partido donde tuve muchas oportunidades para poder ganar”, confiesa el alicantino a ATPTour.com. “En 2008 perdí en tres sets, pero creo que estuve lejos de ganar a Rafa”.

El dominio del balear durante este siglo le sirvió para que la pista central lleve, hoy en día, su nombre. Y es que Nadal no sólo fue un muro para Ferrer, también para el resto de aspirantes al título en Barcelona.

Eso sí, el actual director del torneo vio cómo su compatriota lo separó hasta en ocho ocasiones de un título. Algunos de ellos, Roland Garros (2013) o los ATP Masters 1000 de Roma (2010) y Montecarlo (2011). Sin embargo, Ferrer sólo ve aspectos positivos en su rivalidad en pista con Nadal.

“Al menos, un Godó”, bromea el alicantino a la pregunta de cuántos títulos tendría sin Nadal. “Rafa me hizo ser mejor tenista, sin duda. Ser más ambicioso, querer mejorar y evolucionar mi tenis. Lo veía en él y esos aspectos de Rafa, siendo un jugador tan especial, me hicieron querer copiar cosas de él que me ayudaron a ser un jugador muy regular y consistente”.

Más allá de los inolvidables episodios del Lexus ATP Head2Head ante Nadal, en forma de esas cuatro finales, Ferrer dibujó una dilatada trayectoria en el torneo que hoy dirige. En total fueron 15 participaciones y la primera de ellas se remonta hasta 2003, cuando acababa de cumplir los 21 años.

“Recuerdo mi debut contra Albert Portas (Pista 1), ya que es un torneo que soñaba con jugar desde que tenía seis años, cuando iba con mis padres a ver a mis ídolos jugar el Godó”, hace memoria el alicantino antes de añadir: “También me quedo con el cariño que siempre recibí por parte del público en Barcelona y del club, el RCTB”.

Ahora, sin la raqueta en la mano, aún sigue percibiendo ese cariño en un torneo que pasó a ser su oficina de trabajo. Su experiencia como jugador es un gran valor que aplica en la dirección del Barcelona Open Banc Sabadell.

“Diría que el cambio de jugador a director, a nivel personal, es algo muy gratificante”, asegura. “Aprendes a ver cómo se gestiona un torneo y el gran trabajo que hay detrás. Trabajar en equipo y ver lo profesional que es la gente que trabaja para hacer un torneo de una semana, donde están todo el año cuidando el más mínimo detalle”.

“Cuando eres jugador no eres consciente de todo lo que hay detrás de un torneo, para que tengas todas las facilidades para jugar”, añade Ferrer. “Y es normal, el jugador sólo está centrado en su tenis y su día a día”.

Todos los detalles están preparados para la edición No. 71 del torneo, que está a la vuelta de la esquina. “Mi función es que el jugador se sienta como en casa y que tanto las pistas, el transporte, hoteles, las facilidades para los familiares y los horarios sean los mejores para ellos, aunque influyen muchos factores, ya que el propio torneo, la televisión y el público también tienen sus intereses”.

“Al final, aprendes a lidiar con todo ello”, explica. “Es un trabajo, donde me siento muy agradecido por la oportunidad de aprender desde otro ámbito”.

En 2024, David Ferrer da la bienvenida a un cartel de lujo que incluye al propio Nadal, al vigente campeón Carlos Alcaraz (2022-23), a Stefanos Tsitsipas o Andrey Rublev. Casi nada.