
—¿Ha pasado algo, tío?
—No, no, Feli.
—¿Entonces qué te pasa?
—Mucha suerte. ¡A tope, tío!
—Gracias, Rafa.
—Por favor, tú gana este partido, que ya de lo demás me encargo yo.
Feliciano López no podía creer la conversación que acababa de mantener con Rafael Nadal, que corriendo a toda prisa, pudo transmitirle un último mensaje. Fue tan sólo unos segundos antes de que saltara a la pista para medirse a Tomas Berdych.
Era el 8 de febrero de 2004 en Brno. Y España debía darle la vuelta a la eliminatoria de primera ronda de Copa Davis frente a la República Checa, que antes de jugar ese domingo, perdía por 1-2.
“Te juro que pensé en cómo era posible que ese chaval de 17 años que acababa de llegar, que había perdido sus dos primeros partidos, que estaba jugando en una superficie completamente hostil para él [moqueta indoor], tuviera la confianza de que si yo ganaba, en el quinto punto él iba a ganar”, reconoce 20 años más tarde a ATPTour.com.
A Feliciano no le quedó más remedio que cruzar la mirada con el hombre que se sentaría en el banquillo español como capitán, Jordi Arrese, levantar las cejas en señal de incredulidad y sonreír. “Al principio me preocupé cuando vi a Rafa esprintando hacia mí. Me sorprendió porque vino corriendo y, sobre todo, como es él: con la pasión que te lo dice, con la energía que te lo dice. Fue increíble”, confiesa.
Y es que López había sido elegido por los capitanes para disputar el cuarto punto ante Jiri Novak, a quien hasta ese momento dominaba el Lexus ATP Head2Head por 2-1. Además, el checo había dado el primer punto a su país, tras batir a Nadal el viernes anterior. Sin embargo, en contra de lo esperado, fue baja y, en su lugar, entró Berdych.
“Fue una sorpresa. Pensábamos que jugaría Novak, pero estaba lesionado y no jugó”, relató Feliciano. “Entró Berdych, que en aquel momento no lo habíamos visto demasiado. Estábamos en el alambre, no había muchas esperanzas de ganar: por el resultado (1-2), fuera de casa, en moqueta, había que ganar dos puntos…”.
Pero tal y como le había pedido “por favor” Nadal, ganó su partido por 6-4, 6-7(2), 6-3, 6-2. Y el mallorquín tenía, así, la oportunidad de jugar el quinto punto frente a Radek Stepanek y su tercer partido en esa eliminatoria. Los dos anteriores ante Novak y en el dobles, los había perdido.
“Con el tiempo, te das cuenta de la mentalidad de un tío tan grande, de su confianza en él mismo, hasta el punto de que en una situación dificilísima y sin experiencia, en la que no había nada a favor: ni la pista, ni el rival… no había nada a lo que aferrarse, ni un motivo para pensar así y él estaba convencido de que iba a ganar”, confesó Feliciano.
Tan convencido que acabó haciéndolo por 7-6(2), 7-6(4), 6-3 en una intensa batalla, en la que desde el banquillo trataban de recordar al más joven del equipo —también formaron parte el propio Feliciano, Tommy Robredo y Alberto Martín— que el partido era muy largo.
—“Tranquilo, Rafa, que queda mucho”, le gritaban.
“Toda esa energía que él tiene, la fue canalizando para que no le afectara durante los partidos”, analizó López sobre las efusivas celebraciones de los puntos en esos primeros tiempos. “Desde el banquillo le decíamos que estuviera tranquilo, para que no gastara tanta energía, pero era incontrolable, una máquina, tenía una energía desbordante”.
España no sólo superó a República Checa en esa eliminatoria de primera ronda, sino que esa temporada acabó conquistando la Ensaladera, tras derrotar a Estados Unidos en Sevilla. Veinte años después, Feliciano López y Nadal vuelven a reunirse en la misma competición, el primero trabajando en los despachos; el segundo, para despedir su carrera profesional.
El círculo se cierra, pero López subraya una lectura más de esta divertida anécdota: “En los momentos más difíciles, Rafa ha demostrado a lo largo de toda su carrera que saca lo mejor de sí mismo. Por eso es hoy quien es”. Quién sabe si el destino aún le tiene preparado una última sorpresa esta semana en Málaga.