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El 10 de diciembre de 2000 siempre será una fecha imborrable en la historia del tenis español.
Hace exactamente 25 años, con el Palau Sant Jordi de Barcelona como escenario, España conseguía el primer título de Copa Davis de su historia, marcando un antes y un después para una disciplina que convertiría las alegrías en una tradición.
España llegó a la gloria desde un camino tan inusual como sorprendente: una capitanía de cuatro hombres. Javier Duarte, Juan Bautista Avendaño, José Perlas y Jordi Vilaró tomaron las riendas de un equipo que buscaba un hito sin precedentes. El ramillete de técnicos, formado por los propios entrenadores de algunos convocados y una figura de confianza de la Federación, resultó ser un esquema válido para la consecución del objetivo. El grupo, relevó en el banquillo al icónico Manuel Santana, hizo de una sorprendente receta la brújula para llegar a un trofeo hasta entonces inédito en la vitrina de la Armada.
Hasta ese momento, la Ensaladera se había convertido en un sueño deportivo con muchas cartas en contra. Las finales de 1965 y 1967, una épica en la que el tenis respiraba con un aroma a raquetas de madera y el profesionalismo estaba por instaurar, eran el precedente más cercano al trofeo. En aquellas ediciones, donde el vigente campeón esperaba directamente en la final, España tuvo que afrontar dos largos viajes hasta tierras australianas. Solamente para ser derrotada y quedar con la miel en los labios. Nombres como Manuel Santana, Manuel Orantes y Juan Gisbert cedieron ante leyendas como Roy Emerson, John Newcombe o Fred Stolle.
La edición de 2000 prometía abrir una nueva era en la historia del deporte español. Con un formato de Grupo Mundial que equilibraba las fuerzas, un grupo de jugadores curtido en la zona alta del circuito, la tierra batida como tarima y la condición de local en la eliminatoria decisiva, algo nunca antes disfrutado, La Armada se convenció de poder completar uno de los grandes objetivos pendientes. Tras vencer en las series preliminares a Italia, Rusia y Estados Unidos, el equipo español había demostrado fortaleza ante naciones de gran tradición en el torneo. Ahora, la oportunidad de cambiar el guión histórico ante Australia estaba servida.
La primera jornada mostró la dureza que España tendría por delante, aunque también su capacidad de resistencia en el momento cumbre. Lleyton Hewitt necesitó cinco mangas para vencer a Albert Costa, decidido a castigar las piernas del aussie, una figura obligada a redoblar esfuerzos a lo largo del fin de semana. Un jovencísimo Juan Carlos Ferrero, de apenas 20 años, exhibió su capacidad de sufrimiento para remontar un duelo romo ante el No. 1 australiano Patrick Rafter, mantener viva la esperanza del grupo y demostrar que las victorias no serían un imposible.
En el punto de dobles España logró un triunfo clave para derribar una barrera nunca superada. Àlex Corretja, primera espada nacional, sumó fuerzas con Joan Balcells para derrotar en tres mangas a los australianos Sandon Stolle/Mark Woodforde, dejando a La Armada apenas a un partido de la victoria. El papel de Corretja, que había sido reservado para un hipotético esfuerzo individual en el domingo, fue un sostén clave para confirmar las opciones de victoria del grupo español.
Ese desenlace nunca fue necesario. En un fin de semana inolvidable, Ferrero atrapó el cuarto punto de la eliminatoria batiendo en cuatro parciales a Lleyton Hewitt, culminando uno de los grandes hitos recientes del deporte español. Una montaña de jugadores y equipo técnico se fundió sobre la tierra batida de Barcelona, confirmando que una era de gestas y alegrías era posible en un país hasta entonces salpicado por hitos en blanco y negro.
Desde ese momento, España se ha convertido en una de las principales potencias recientes en Copa Davis. Al triunfo completado en 2000 le siguieron los éxitos de 2004, 2008, 2009, 2011 y 2019, consolidando a España como una referencia y no como una excepción. La llegada de figuras como Rafael Nadal terminaron de convertir a La Armada en uno de los países más respetados en la competición, convirtiendo un sueño cumplido en una realidad cada vez más cotidiana.
