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Es el andar de Fognini lo que te atrapa a primera vista: la cabeza alta, los hombros hacia atrás, la barbilla y el pecho hacia afuera. Así se movió tranquilamente por la cancha, como un león alfa paseando orgulloso. Su andar es una elegante mezcla de aplomo y desafío. Ahí reside el enigma. Como todo lo relacionado con Fabio Fognini, es complejo.
“Si no conoces bien a Fabio, quieres estrangularlo”, dice Claudio Pistolesi entre risas. “Pero lo conozco íntimamente desde niño y te garantizo que es una persona increíblemente amable y generosa. Lo que algunos llamarían actitud, en realidad proviene de su timidez. Y el andar, bueno, eso es muy italiano. Al menos tiene estilo”.
La descripción que Pistolesi hace de Fognini coincide con los comentarios de otros que lo conocen bien: Fognini es un caballero muy amable, generoso y educado. Un momento. ¿Educado? ¿Seguramente no hablarán en serio? ¿No han visto los dramas en la cancha? Sí, pero todo tiene explicación.
Fabio Fognini ganó el Rolex Monte-Carlo Masters 2019. Foto: Clive Brunskill/Getty Images
Un conocido psicólogo italiano del tenis, que prefiere no ser identificado, afirma que está usando a Fabio Fognini como modelo de estudio para alcanzar el máximo rendimiento. Identifica a Fognini como una personalidad “súper optimista” impulsada por una gran ira. Una especie de genio creativo impulsado por una necesidad de reevaluación constante. Exteriormente, Fognini exhibe una calma divertida y descarada, llena de confianza que roza la despreocupación. Sin embargo, para que Fognini alcance su nivel óptimo de excitación, necesita una combinación de diversión, desafío y oportunidad para demostrar sus habilidades naturales. Hasta ahora, todo bien.
Por lo tanto, cuando las estrellas se alinean y Fognini se enfrenta a una de las grandes figuras del tenis en el escenario más grandioso, el desafío, combinado con una gran oportunidad, enciende su furia, que se convierte (como el uranio en plutonio) en una energía desbordante capaz de alcanzar el máximo rendimiento. Todo esto coloca la motricidad fina de Fognini en el punto justo de la curva de presión emocional. Una tormenta perfecta para que desate el infierno sobre su oponente.
La emocionante victoria de remontada contra Rafael Nadal en el US Open 2015 es la Prueba A. Fognini disfruta muchísimo interpretando al villano. La Prueba B es el partido de Roland Garros 2010 contra el favorito francés Gael Monfils. Fognini, una vez más, se levantó de la tumba tras ir perdiendo dos sets a cero para aplastar las esperanzas de victoria de Monfils. El partido tuvo todo lo que Fabio necesita: oportunidades desperdiciadas, una multitud abucheadora, discusiones con el juez de silla y una resurrección al ganar 9-7 en el set decisivo.
Fabio Fognini venció a Rafael Nadal en el US Open 2015. Foto: Elsa/Getty Images
Un partido de tenis de Fabio Fognini es como ver una tormenta en un vaso de agua. Uno solo podría imaginar lo que diría el Dr. Jim Loehr sobre la capacidad de Fognini para superar sin esfuerzo las etapas de Ira, Tanque, Estrangulamiento y Desafío de Loehr. En un momento Fognini está enfurruñado junto a la valla, y al siguiente agita los brazos majestuosamente hacia el público como Arturo Toscanini dirigiendo una orquesta. Una raqueta destrozada probablemente es seguida por una súplica y una plegaria al juez de silla por justicia divina. Pecador o santo, rebelde o renegado, Fognini regala al público un mar de emociones que puede dejar exhausto incluso al espectador más experimentado.
Hay algo incluso para el estudiante de tenis más serio. Un análisis profundo del punto promedio de un partido de Fognini demuestra su habilidad para combinar la destreza de un mago con un golpe de potencia rapidísimo. Un análisis más detallado de su derecha revela que se golpea con poca flexión de piernas, un retroceso mínimo y casi ninguna rotación de hombros o cadera. Inmediatamente, uno se compadece de sus entrenadores técnicos.
Su derecha parece más un manotazo molesto que un golpe bajo presión. Ya sea dentro, fuera o bajo la red, Fognini parece como si preferiría estar en casa tomando un Campari. Fognini nació con músculos de contracción rápida y un primer paso ultraexplosivo. Saber que puede alcanzar cualquier pelota en los códigos postales circundantes podría explicar por qué Fognini no mueve los pies hasta que surge una crisis. A todo esto, súmale la despreocupación de un espectador aburrido y la imagen es clara.
Fabio Fognini en acción en Roma. Foto: Andreas Solaro/AFP vía Getty Images
Como muchos grandes artistas, Fognini parece disfrutar burlándose de nosotros con su talento, provocándonos con su petulancia y finalmente emocionándonos con sus destellos de brillantez. Como el héroe imperfecto de una tragedia griega, Fognini posee tanto rasgos heroicos como debilidades evidentes. Fognini parece estar en una lucha continua contra su yo interior más que contra sus oponentes externos. Aun así, la grandeza del tenis profesional tiene una vida útil. Solo unos pocos llegan al final en sus propios términos.
Al igual que el magistral partido por el campeonato de Pete Sampras en el US Open 2002 contra Andre Agassi, la oportunidad de despedirse del tenis después de una actuación extraordinaria en Wimbledon era demasiado buena para dejarla pasar para el italiano. Cuando Fabio Fognini se abrazó con Carlos Alcaraz después de su dramático partido de primera ronda a cinco sets, por fin pudo despedirse. Fognini por fin logró una paz con el tenis; por fin se le había ido la rabia. Ahora podía salir de la Cancha Central con la cabeza bien alta, incluso en la derrota. Atrás quedó su orgullo, reemplazado por un hombre rebosante de humildad y con un sincero agradecimiento por las pocas horas de grandeza que pudo compartir en el más majestuoso de los escenarios tenísticos.
No habrá una repetición de Fabio Fognini, ex número 9 del PIF ATP Rankings. Terminó su carrera, y lo hizo más que bien.
