
Ya son varios años en que Sebastián Baéz permanece lejos de casa durante muchos meses y viaja cada semana a un destino diferente. Y aún lo sigue disfrutando como la primera vez. El ATP Tour es su vida y su pasión, pero también la excusa para conocer el mundo y satisfacer su curiosidad por diferentes culturas, religiones y personas.
El argentino, que compite esta semana en el Miami Open presentado por Itaú, lo deja claro en esta entrevista con ATPTour.com sobre todos los detalles que hay detrás de sus viajes para llegar a un torneo y las consecuencias de ser un nómada.
¿Qué elementos esenciales empacas siempre para viajar?
Auriculares y un libro. O en su defecto, el IPad, que uso muchas veces para ver videos de mi juego, para analizar a mis rivales o simplemente para ver alguna serie.
¿Alguna vez olvidaste algo importante?
Una vez cuando era chico me olvidé los elásticos para hacer los ejercicios preventivos. Me volví loco, pero más mi acompañante porque se quedó sin con qué hacerme la preparación lo mejor posible.
¿Te gusta viajar o lo ves como parte del trabajo?
Obviamente es parte del trabajo, pero a mí también me gusta viajar. Es de las mejores cosas de ser tenista. Me gusta conocer lugares y vivir de lo que amo. Me encanta ir conociendo distintas culturas, eso alimenta mi conocimiento, mi vida. Me llama mucho la atención cuando conozco nuevas religiones y aprendo de ellas. Como la musulmana, por ejemplo. Tener más conocimientos está bueno.
¿Cuál es tu ciudad favorita del tour para visitar?
París. Me encanta esa ciudad desde muy chico. Le tomé mucho cariño por la historia. A mí en general me atrae mucho la historia. También me gusta mucho Italia. En parte por las películas. Me gustan mucho ‘Gladiador’ y las escenas en el Coliseo Romano.
¿Cuál ha sido tu historia de viaje más loca?
Varias, como cuando viajé a India tomando tres, cuatro aviones. Después se me ocurre una cuando era junior e iba de Canadá a Washington y me olvidé el pasaporte en el avión con la visa, entonces no pude pasar. Tuve que esperar a que lo buscaran en el avión. La conexión salía en tres horas y la perdí. Recuperé el pasaporte doce horas después. La pasé re mal.
Y otra vez me volvió a pasar, pero en una cafetería de otro aeropuerto. Dejé el pasaporte después de pagar, y quedaba en la otra punta del aeropuerto. Me tocó correr mucho, casi pierdo el vuelo. ¡Un desastre!
¿Cómo cuidas tu cuerpo durante los viajes largos?
Medias de compresión es uno de los detalles. La alimentación es muy importante también. También suma lo que uno hace al llegar. Si llego tarde, trato de elongar un poco. Si llego temprano, trato de ir al club y pegar media hora, elongar, para sacarme un poco el viaje de encima.
¿Y qué haces para distraerte durante un vuelo?
Duermo, escucho música, trato de leer. En cuanto a música, escucho un poco de todo: reggaeton, rock, rock nacional, pop, electrónica… un montón de cosas. Y el último libro que me leí fue el de Phil Knight, el fundador de Nike. Muy bueno.
¿Cómo te va con el desfase horario e intentando adaptarte a la zona horaria local?
A veces es difícil como cuando vamos a India, Australia o Nueva Zelanda. Pueden ser hasta 16 horas de diferencia y se complica, pero es de tener paciencia los primeros días. Yo me duermo rápido, así que eso ayuda.
¿Qué haces para sentirte cómodo en un torneo fuera de casa?
Con mi coach intentamos llevar una muy buena relación con las personas del torneo, los recogepelotas, los cancheros, los del staff, los encordadores. Buscamos tener buena relación con todos para sentir tranquilidad.
¿Y qué haces en un torneo por fuera para sentirte conectado con casa?
Estoy siempre muy atento a mi equipo de fútbol en Argentina, Racing. Para mí tiene la mejor hinchada.
Curioso que en este equipo jugaba un Carlos Alcaraz. Mismo nombre de uno de tus rivales en el ATP Tour…
Sí, ya se fue a la Premier League. Era muy gracioso cuando lo veía.
¿Eres de los que llega al aeropuerto con mucho tiempo de anticipación?
¡Con mucho tiempo! Mi entrenador desde chico me dice que debo llegar con mucho tiempo de antelación porque una vez llegué dos horas antes a uno internacional, y él estaba muy enojado. Estaba ahí hacia tres horas ya. Así que desde entonces me acostumbré a llegar tres horas antes.