En el tenis, un deporte que pone el foco en el tenista casi en solitario, es fácil olvidar hasta qué punto la identidad de un jugador se forma mucho antes de que pise la pista. Para Martín Landaluce, el ascenso constante hacia las Next Gen ATP Finals 2025 presenteb by PIF no solo ha consistido en desarrollar su talento, sino también en contar con la voz adecuada a su lado, que le impulse, le guíe y le mantenga con los pies en la tierra.
Una de esas voces es la de Óscar Burrieza, uno de los dos entrenadores del español, junto con Esteban Carril.
La relación entre Landaluce y Burrieza comenzó con una llamada telefónica. Landaluce tenía solo 14 años, estaba lleno de potencial, pero aún era un misterio para los mejores entrenadores. Burrieza trabajaba con profesionales consolidados en Madrid cuando el padre de Landaluce se puso en contacto con él.
"Recuerdo que su padre me llamó y me habló de la posibilidad de entrenar a Martín", contó Burrieza a ATPTour.com en septiembre. "No estaba seguro de si estaría dispuesto a entrenar a un chico de 14 años. Me preguntó si lo conocía".
Burrieza hizo lo que cualquier entrenador hace cuando le pica la curiosidad. Se conectó a Internet, buscó algunos partidos y los vio.
"Inmediatamente me gustó lo que vi", dijo Burrieza. "Desde la primera vez que nos conocimos, tuvimos una buena conexión. Incluso desde el principio, pude ver que era un chico muy agradable, maduro para su edad, responsable. En la pista, estaba dispuesto a trabajar y con ganas de aprender. Sinceramente, fue fácil empezar a trabajar con él”.
Esa facilidad se ha convertido en años de disciplina, progreso y perspectiva. Es una combinación que ha impulsado a uno de los jugadores jóvenes más equilibrados del circuito.
Landaluce ganó el título juvenil del US Open en 2022 y luego levantó su primer título del ATP Challenger Tour en 2024. En 2025 consiguió su segundo triunfo en ese nivel, y en octubre, con 19 años, alcanzó el puesto 110 en el PIF ATP Ranking, el más alto de su carrera.
El ascenso de Landaluce se ha construido ladrillo a ladrillo, y cada hito supone para Burrieza una mezcla familiar de orgullo y determinación.
"Como entrenador, cada vez que consigues un buen resultado con tu jugador, te sientes orgulloso y feliz", afirma Burrieza. "Feliz por ellos, pero también por ti mismo y por el trabajo que has realizado. Cuando Martín se convirtió en el No. 1 del mundo en juniors, cuando ganó el título junior del US Open, fueron momentos muy especiales. Pero, sinceramente, no cambia mucho. Disfrutamos de las semanas de entrenamiento, no solo de la competición”.
Lo que distingue a Landaluce va más allá de su revés o su sentido de la pista. Burrieza cree que su mayor ventaja es algo poco común, algo casi intangible.
"Para mí, su equilibrio mental es uno de sus mayores talentos", afirma Burrieza. "El tenis es mentalmente brutal. La mayoría de las semanas pierdes. Pero Martín tiene la capacidad de levantarse al día siguiente y volver a entrenar como si nada hubiera pasado. Se reinicia emocionalmente. Tanto si va a jugar el Madrid Open como un partido de Futures, actúa de la misma manera. Esa consistencia en su actitud es poco común".
También es algo que se cultiva. Burrieza le da espacio, le deja ser independiente, le deja ser un chico de 19 años. Viajan juntos, entrenan juntos y encuentran el ritmo en lo cotidiano. Y bajo la estructura profesional, hay una calidez que lo impulsa todo.
"No necesitamos ser amigos porque soy su entrenador", dijo Burrieza. "Me preocupo mucho por él, como persona. Le quiero y realmente quiero lo mejor para él".
Esa conexión humana es la que da forma a la relación entre jugador y entrenador.
Es un tema recurrente en esta generación de estrellas #NextGenATP. El italiano Federico Cina lo sabe muy bien. Su ascenso, con su primera victoria a nivel ATP en Miami y tres finales del ATP Challenger Tour, se ha construido en torno a la voz familiar que oye todos los días: la de su padre y entrenador, Francesco Cina.
"Quizás esa sea la parte más difícil, él es el entrenador en la pista y mi padre fuera de ella", dijo Cina. "Pero mi padre es muy bueno separando las dos cosas. En la pista, me habla como entrenador, y fuera de ella es solo mi padre. Me gusta tener ese equilibrio. Es genial, y me siento afortunado".
Juntos analizan a los rivales. Juntos resuelven los problemas de los entrenamientos. Y cuando el estrés se apodera de él, Francesco reconforta a su hijo de la misma manera que Burrieza tranquiliza a Landaluce.
"Mi entrenador y mi padre me recuerdan que siga disfrutando de los entrenamientos", afirma Cina. "Mantener ese espíritu es muy importante, y los resultados llegarán".
Burrieza espera llevar a Landaluce al siguiente nivel este año en Jeddah, donde el español compite en las Next Gen ATP Finals presented by PIF. Para Cina, si sigue progresando junto a su padre Francesco, estará en buena forma para clasificarse para el evento sub-20 en 2026.