La mañana en Turín tenía algo diferente desde el primer instante. El Pala Alpitour, el coliseo del tenis bajo techo que se prepara para las Nitto ATP Finals, última gran cita del año, se convirtió por un par de horas en el laboratorio de la élite: ahí estaban Jannik Sinner y Carlos Alcaraz, los dos mejores jugadores del mundo, entrenando cara a cara, en una sesión que tenía poco de rutina y mucho de declaración de intenciones.
El español se había presentado en Turín con el bagaje de una temporada extraordinaria: triunfos, finales, victorias decisivas… Pero también con la frenada de su reciente eliminación a la primera en París, que había dejado un sabor amargo. Y Sinner se mostraba sereno, como quien lleva la responsabilidad del No. 1 del PIF ATP Rankings (en juego en Turín) y sabe que todo está en juego, consciente de su posición ascendente tras ganar consecutivamente los títulos en Viena y París. Que ambos decidieran prepararse juntos en ese momento habla de una mezcla de respeto mutuo, de rivalidad creciente y de profesionalismo compartido.
El entrenamiento arrancó en la pista secundaria que está en el centro de la ‘Fan Zone’ del torneo. Allí, entre risas contenidas, toques de magia y un evidente trabajo de movilidad, se desplegó esa fase de activación. Alcaraz se dedicó durante los primeros minutos a encontrar el contacto, a soltar hombros, muñeca y piernas. Sinner arrancó con gesto concentrado, ganando metros y sintiendo la bola; adaptándose a la superficie indoor en los primeros minutos del entrenamiento con su máximo rival.
Más tarde, cuando ambos se trasladaron a la pista central, la intensidad del entreno cambió: el volumen subió y los golpes retumbaron bajo el techo del imponente escenario. Sinner se llevó por 6-3 el set de práctica que ambos jugaron, y Alcaraz consiguió llevarse el tie-break (7-3) con el que finalizó la sesión.
Quizá uno de los detalles que más llamó la atención fue el final: después del desempate, Sinner y Alcaraz se acercaron a la red, uno al lado del otro, y se dieron un breve abrazo. Un gesto simple, pero poderoso. Y luego se hicieron una foto, que ambos compartieron de manera colaborativo en sus cuentas de Instagram.
Resulta llamativo —y, a la vez, profundamente revelador— que dos rivales que compiten por absolutamente todo, incluido el No. 1 del PIF ATP Rankings, puedan compartir pista con esa naturalidad. Lo que para muchos sería imposible, Alcaraz y Sinner lo transforman en un gesto de normalidad, en una demostración pública de que la rivalidad más intensa puede convivir con el respeto más absoluto. En tiempos en que cada gesto se mide y cada relación se interpreta, ver a los dos grandes dominadores de la temporada pelotear, reír, intercambiar impresiones o corregirse durante un entrenamiento envía un mensaje poderoso: el tenis, incluso en su élite más feroz, todavía puede ser un espacio de compañerismo. No hay impostura ahí, sino una confianza mutua que nace de saber que ambos están empujando el deporte hacia un nuevo estándar.
En ese entrenamiento de Turín, Alcaraz y Sinner no solo se afinaban como contendientes; se afinaban como referentes. Y, por todo lo alto, el primer acto de las Nitto ATP Finals arrancó con dos protagonistas de oro.