La temporada ha terminado, pero para Carlos Alcaraz el calendario nunca se detiene del todo. Mientras el circuito entra en modo pausa y los focos se apagan durante unas semanas, el murciano ya ha activado el siguiente capítulo de su carrera con una idea muy concreta en la cabeza. No es una más. No es un objetivo genérico. Es, probablemente, el reto más simbólico y ambicioso de todos los que tiene por delante: ganar el Abierto de Australia y convertirse en el jugador más joven de la historia en completar el Grand Slam, entendiendo por ello conquistar al menos una vez los cuatro grandes.
A sus 22 años, Alcaraz ya ha logrado lo que la mayoría de jugadores solo puede imaginar. Por este orden, campeón del US Open, de Wimbledon y de Roland Garros, el español ha levantado tres de los cuatro trofeos que definen una carrera. Solo Australia, donde nunca ha pasado de cuartos de final, permanece como territorio pendiente, como la última pieza de un puzle que, de encajar, le situaría directamente en una dimensión histórica. Y lejos de esquivar esa presión, Carlos la abraza. La señala. La verbaliza.
“Es el gran objetivo que tengo en mente. Voy a prepararme física y mentalmente para llegar lo mejor posible a Australia”, ha reconocido recientemente, dejando claro que 2026 no empieza en enero, sino ahora, en plena pretemporada.
El Abierto de Australia ha sido, hasta ahora, el Grand Slam más esquivo para Alcaraz. No por nivel, ni por adaptación, sino por detalles, por contextos y por momentos. Lesiones, cuadros exigentes y partidos decididos en márgenes mínimos han frenado su avance en Melbourne en temporadas anteriores. Aun así, el propio Carlos siempre ha insistido en una idea clave: no siente que Australia sea un torneo que se le dé mal, sino uno en el que todavía no ha logrado encadenar su mejor versión durante dos semanas completas.
“He jugado buen tenis allí, he estado cerca. Siento que me falta ese último empujón”, ha explicado en más de una ocasión. Y precisamente ahí es donde entra esta pretemporada: en preparar ese empujón definitivo.
No se trata solo de llegar fresco o de afinar el físico. Alcaraz habla abiertamente de preparación mental, de madurez competitiva, de entender mejor los momentos largos de los torneos y de cómo gestionar partidos que, en Australia, suelen ser especialmente exigentes por condiciones, calor y duración.
Ganar el Abierto de Australia sería, por sí solo, un éxito mayúsculo. Pero en el caso de Alcaraz el contexto lo cambia todo. El título en Melbourne significaría completar el Grand Slam con apenas 22 años, superando cualquier precedente histórico en la Era Open. Un logro que solo han alcanzado leyendas absolutas del deporte y que, hasta ahora, nadie ha conseguido tan joven.
Carlos es plenamente consciente de ello, pero no lo aborda desde la obsesión por el récord, sino desde la ambición natural de alguien que quiere seguir creciendo. “Sé lo que supondría, pero intento centrarme en el camino, en prepararme bien y en darme la oportunidad de competir por ello”, ha señalado, manteniendo ese equilibrio tan suyo entre ilusión y calma.
Ese discurso encaja con la evolución que ha mostrado en los últimos años. Alcaraz ya no es solo el talento explosivo que irrumpió en el circuito, sino un jugador que planifica, prioriza y construye objetivos a medio y largo plazo. Australia 2026 es el primero de ellos.
El trabajo ya ha comenzado. Tras cerrar el curso, Carlos ha iniciado una pretemporada diseñada para llegar a enero en plenitud, sabiendo que el Abierto de Australia marca el tono de todo el año. La preparación física vuelve a ser clave, pero también lo es el tiempo en pista, el ajuste de patrones de juego y la adaptación a superficies rápidas.
En su entorno se insiste en la importancia de llegar a Melbourne con sensaciones claras, con confianza en el saque, con continuidad desde el fondo de pista y con la capacidad de resolver partidos largos sin necesidad de jugar siempre al límite. Australia exige eso: solidez, resistencia y claridad mental.
Alcaraz lo sabe. Y por eso ha colocado ese torneo en lo más alto de su lista. “Es el torneo que más ilusión me hace ganar ahora mismo”, ha reconocido recientemente, sin rodeos.
El camino no será sencillo. El circuito vive un momento de enorme competitividad, con rivales directos de primer nivel y con una nueva generación que aprieta cada vez más. Pero Carlos ha demostrado en los últimos años que se siente cómodo en ese escenario, especialmente en los grandes torneos. Seis títulos grandes en su palmarés, en superficies distintas, hablan de una versatilidad y una ambición poco comunes a su edad.
Australia representa ahora el siguiente paso natural. No como una deuda, sino como una oportunidad. La oportunidad de cerrar el círculo, de completar una colección histórica y de seguir escribiendo una carrera que, pese a su juventud, ya se mueve en parámetros de grandeza.
La pretemporada de 2026 no es una más para Carlos Alcaraz. Es el punto de partida de un reto que mira directamente a la historia del tenis. Melbourne espera. Y Carlos ya está en marcha.