
Carlos Alcaraz decidió no entrenar este jueves en Flushing Meadows. Tras superar la segunda ronda del US Open con un triunfo contundente, el murciano optó por pasar un día sin raqueta, dedicado únicamente a la recuperación y al descanso. Una pausa estratégica que ya se ha convertido en uno de sus sellos en el circuito y que, en este 2025 de consistencia máxima, explica parte de su éxito.
El No. 2 del PIF ATP Rankings ha hablado en más de una ocasión de la importancia de escoger los momentos y de no vivir en un bucle de partidos y entrenamientos sin freno. “He aprendido a tomarme algunos días entre torneos o entre rondas, y eso me ayuda mucho a llegar fresco mentalmente, con energía, para poder rendir al máximo”, reconocía durante esta gira estadounidense.
La experiencia le ha enseñado a escuchar a su cuerpo y a su cabeza. Tras el desgaste de Roland Garros o Wimbledon, o incluso en giras más cortas como la de hierba, Alcaraz empezó a introducir rutinas de descanso que le permitieron dar un salto en regularidad. Este año encadena siete finales consecutivas y él mismo lo atribuye a esa capacidad de dosificar.
“Obviamente hay partidos en los que no me siento bien, días en los que no juego mi mejor tenis, pero trato de sobrevivir y darme otra oportunidad en la siguiente ronda”, dijo en este US Open.” Y parte de eso está en haber llegado fresco. Si uno se entrena todos los días sin pausa, acaba pagando el precio”, explicó.
De cara al viernes, cuando se medirá al italiano Luciano Darderi por una plaza en octavos, Alcaraz confía en que esa jornada sin actividad sea una inversión. “Esos descansos me permiten rendir en cada partido como si fuera el primero. Mentalmente estoy más liberado, y físicamente siento que recupero mucho mejor”, ha señalado en más de una ocasión el joven de 22 años.
En Nueva York, último Grand Slam del año, cada hora de recuperación suma. Alcaraz y su equipo lo saben y por eso su día libre no es un capricho, sino parte de un plan que ha funcionado en sus mayores éxitos.
El español afrontará este viernes un cruce especial: Darderi, viejo conocido de sus tiempos en categorías juveniles, y con quien nunca se había medido en el ATP Tour. “Nos conocemos desde muy jóvenes. Es un gran amigo, juega con mucha intensidad y será un partido duro”, anticipó.
El escenario será, de nuevo, el de un Alcaraz que no solo aprende de las derrotas pasadas —como la del año anterior en Nueva York— sino también de cómo gestionar los tiempos, cuándo apretar y cuándo levantar el pie. En ese equilibrio de exigencia y descanso se ha construido el jugador más consistente del año.