Cuando Thiago Tirante conoció Roland Garros tenía apenas 13 años. Era el año 2014, y el argentino estaba en Europa para jugar sus primeros torneos internaciones fuera de su país en la categoría Sub14. Junto a su compañero de aventuras Juan Manuel Cerúndolo y el entrenador Luciano Benincasa tuvieron la oportunidad de ir a conocer el club, conocer la Philippe Chatrier, la Suzanne Lenglen, sacarse fotos dentro de esas canchas y hasta de pelotear un raro en una de las pistas secundarias.
Para Tirante, ese momento no fue uno más: fue la confirmación de un sueño mayúsculo, quería ser tenista y volver allí muchas veces, para repetir una sonrisas de oreja a oreja. Para ello, y para tener su bautismo en el cuadro principal de un evento de Grand Slam, tardó casi una década. Y vaya de qué manera lo hizo.
De hecho, tal era el foco del argentino debutante en Roland Garros que al instante después de bajar al neerlandés Botic Van De Zandschulp, vigesimoquinto preclasificado, por 6-2, 4-6, 6-3 y 6-4 no se percató que había terminado el partido y siguió como si el partido continuara.
Luego de que la devolución de Van De Zandschulp quedó en la red, el argentino iba a buscar la toalla como si el juego continuara. Allí miró a su entrenador Javier Nalbandian, y vio que su rival lo esperaba en la red para saludarlo: allí se dio cuenta de lo que había conseguido, luego de más de tres horas de un gran partido en la cancha No. 9.
Segundos después desató un festejo efusivo y hasta se tomó un par de minutos en su silla, con las manos en la cabeza, emocionado hasta las lágrimas. “Estaba muy concentrado en el punto por punto y ni estaba mirando en la pantalla para no cargarme de presión extra. Yo estaba convencidísimo de que era 4-3, de que había sacado ese saque 5-3, pero cuando fui a sacar la toalla lo miré al flaco a ver si estaba tenso o enojado para saber cómo iba a sacar en el 3-5, pero lo veo que estaba en la red, miro la pantalla que decía 6-4, me desorientó más, lo miro a Javi en el rincón de mi equipo, que me dice: ‘¡Bien! Andá a saludar’. Y eso me desconcertó más todavía”, dijo con una sonrisa, en la conferencia de prensa.
¿Cómo terminó ese momento de desconcierto? “Cuando fui a darle la mano a Botic le dije: ‘Perdón’, porque por ahí se lo tomaba a mal. No fue a propósito, estaba desorientado. Y cuando le fui a dar la mano al árbitro le pregunto: ‘¿Gané?’. ‘Sí, sí, terminó el partido’, me dice. Para el partido fue mejor, porque no me cargué de presión extra y pude jugar los puntos un poco más sereno. Pero para la felicidad fue peor porque no tuve tiempo ni para celebrarlo”.
Tirante, quien levantó 15 de los 19 puntos de quiebre que enfrentó, se hizo fuerte en los momentos tensos del encuentro y confirmó así su gran presente, que le permitió pasar la clasificación con autoridad. Lejos de conformarse, fue por más y lo consiguió: se aferró a su saque, a su derecha potente y, sobre todo, a su competitividad. Esta vez, en muchos pasajes, se trataba de quererlo más de quien estaba en frente.
“Era mi primera experiencia a cinco sets, entonces tenía un poco de miedo sobre cómo iba a responder mi cuerpo, mi mentalidad, mi tenis, si iba a caer mucho, si iba a poder mantenerme. Pero venía de jugar una qualy muy buena y tenía que seguir sosteniendo el nivel”, contó el argentino.
Tirante se enfrentará en la segunda ronda con el ganador del cruce entre el chino Zhizhen Zhang y el serbio Dusan Lajovic.